Educación y Delincuencia
Joaquín Hernández Callejas
Los actos antisociales del delincuente o peligroso son comunes y normales en la vida instintiva del niño pequeño, desde su primer año de vida. Desgraciadamente en los delincuentes, o en sujetos en estado peligroso, sus deseos o tendencias al placer, sus gustos, sus caprichos, no fueron en su oportunidad, atendidos, educados, encausados y en definitiva, modificados; y, por lo consiguiente, en ellos no se pudo lograr su "adaptación social". Hay pues, que investigar las causas de esos fracasos y remediar tales desgracias mediante un sistema de educación y adaptación.
Andamos perdidos cuando queremos eliminar y desterrar los males sociales como la delincuencia viendo la solución desde un punto de vista moral o "de conciencia". El enfoque deber ser objetivo, realista, basado en la conducta instintiva animal del individuo, porque sólo un trato científico puede darle al asunto una solución deseable. Antes se creía que hay dos caminos divergentes de desarrollo psíquico: los animales proceden por instinto y los hombres por inteligencia. William James, el gran pedagogo y psicólogo americano atacó esta tesis, sosteniendo que también en el hombre se dan actividades instintivas y que estas se refieren al plan de vida de la especie, más que al modo de actuar del individuo.
Para la prevención de la delincuencia juvenil se crearon en 1842 en Clive Denwell, Inglaterra, las escuelas industriales llamadas originalmente "escuelas andrajosas" (ragged schools). Estas escuelas tenían por objeto suministrar un amplio programa de educación religiosa y de formación de la personalidad a niños desamparados; desarrollado el movimiento suministró además, vestidos, alimentación y alojamiento a los necesitados; y finalmente se hizo obligatoria la enseñanza industrial hasta 1870 en que se dió la Ley que hizo obligatoria y gratuita la enseñanza. En la Unión Soviética, a raíz de la revolución comunista de octubre de 1917 se crearon las escuelas para niños vagabundos sustituidas después por escuelas y granjas para el control de la juventud.
A estas alturas de la civilización y del conocimiento de la vida humana, sabemos que para alejar la humana conducta de las actividades antisociales (delictivas o peligrosas) debe pensarse en la educación de los instintos desde la tierna infancia.
Sabemos que la educación es el proceso de inculcar a los miembros jóvenes de la sociedad la cultura elaborada por las generaciones viejas, es decir, la transferencia de normas, de conocimientos, de ideas y de las técnicas adquiridas.
Recordemos que el hombre es antisocial de cualquier origen que sea. Sus instintos no son buenos ni malos: simplemente son naturales. Y él se rige por la ley del menos esfuerzo al buscar placer, lo que le agrada. Exige de la madre los mayores sacrificios porque no conoce la piedad; llora cuando se le incomoda porque es egoísta; juega con sus heces fecales porque no tiene noción de la higiene; trata de hacer daño arañando, arrojando objetos, riñendo, porque quiere afirmar su hegemonía, etc.
Todas esas manifestaciones deben ser suprimidas, modificadas, para que se encauce el trato social adecuado al ambiente en que se vive. Para ese fin usarán varias medidas:
1o. En primer lugar se le acostumbrará para que espere las horas de comer, que aguante las ausencias momentáneas de la madre, etc.
2o. En segundo lugar,tiene que acostumbrásele a la limpieza, en vez de la tendencia instintiva a actos antihigiénicos de tocar y de comer suciedades. Esta formación reactiva lo hace que domine sus impulsos hacia una conducta opuesta a la conducta animal.
3o. En tercer lugar hay que enseñarle a SUBLIMAR sus impulsos agresivos: en vez de fomentarle la tendencia a hacer daño, debe inculcársele sentimientos de piedad; en vez de que destroce o apedree animales o destruya sin objeto cosas de utilidad, debe orientársele para que desarme y arme juguetes, o construya; a la cooperación social, etc. Todo en un proceso formativo de la conducta que le haga ver las ventajas de la convivencia y las desventajas de desligarse del núcleo social en que vive, usando de las variadas formas metodológicas dichas y además, en lo que fuere necesario, de las amenazas, de la represión y de la gratificación.
La formación de esa conducta debe hacerse desde los primeros años de vida del niño hasta la edad puberal. Todo el ambiente social que rodea al niño al nacer y en el que vive durante los primeros años hasta su edad juvenil, dejará una huella en la modificación u orientación de sus necesidades instintivas.
Donde hay pobreza y suciedad, es en vano esperar que se produzca una modificación satisfactoria de los instintos; no puede esperarse sublimación o una formación de la conducta si no hay una ambientación adecuada para tal propósito. Lo mismo ocurre en un ambiente de comodidad y lujo, en donde se deja al capricho el desarrollo emocional del niño o del joven; debe haber adecuada orientación del comportamiento hasta habituarlo a lo correcto.
Los conflictos en los juegos, la libertad en que vive, la clase de juguetes, la participación en los conflictos familiares, el tiempo que el padre y la madre le dediquen, la forma de orientación que usen los padres, etc., son importantes y decisivos factores para el desarrollo del carácter del niño y del joven. De esta educación depende el porvenir del futuro hombre, del hombre socialmente útil por el que batalla la humanidad cristiana del mundo.
En el original mecanografiado, una nota manuscrita, dice: publicado en El Diario de Hoy, San Salvador, 30 de marzo de 1969.
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